Arqueología

Este texto lo escribí para cuando me gradue como profesor de Técnica Alexander en el año 2009. Un pequeño relato del camino recorrido . 
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Cuando era chico quería ser Arqueólogo, me fascinaban aquellos descubrimientos de civilizaciones pasadas, realizados por pacientes aventureros, que luego de años de búsqueda y múltiples excavaciones en lo profundo del terreno encontraban inmaculados tesoros, vasijas, templos y monumentos. Múltiples rastros a partir de los cuales podíamos conocer las costumbres de aquellos pueblos que habitaron este mismo suelo, hacia ya tantos siglos. Leía con pasión el libro “El Maravilloso mundo de la arqueología” y había tenido la suerte de visitar algunos de los descubrimientos que ese libro relataba.

Luego la vida me fue llevando por distintos caminos, a veces entendiendo en que consistía ese camino, pero creo yo que la mayoría de las veces simplemente iba siguiendo un vago sendero casi siempre desconocido. Y entonces la fantasía de la arqueología en algún momento se convirtió en la también fantasía de la oceanografía. Aún era muy joven de modo que no sabia bien que era exactamente la oceanografía pero al menos compartía cierta búsqueda en oscuras profundidades.

Luego vino el teatro, donde me encontré con muchos compañeros, futuros actores, que también habían fantaseado con la arqueología. Creía entonces ya entrever que la arqueología podía estar representando esa idea de descubrimiento y reencuentro con algo que alguna vez nos había pertenecido pero que de un modo u otro creíamos que se encontraba perdido. De todos modos cuando finalice mis estudios en el conservatorio, el oficio de actor se me hacia aun complejo, en aquel momento tenia la clara sensación de que precisaba trabajar sobre alguna materia que que no fuera yo mismo, precisaba tomar distancia, poder ver ahí afuera aquello sobre lo que estuviera trabajando. Lo complejo del oficio del actor, al menos para mi, es el hecho de uno ser al mismo tiempo instrumento y ejecutante de ese instrumento. Instrumento, no solo como cuerpo y voz, sino también el instrumento de la emoción, la reflexión, la creatividad, la inteligencia. A pesar de aquellos años de estudio, aun me sentía perdido y un fuerte instinto realista me llevo a armar lo que termino siendo por 20 años mi trabajo, una productora audiovisual.

El vago sendero se siguió mostrando y luego de varios años de trabajar, trabajar y trabajar en aquel oficio que me había inventado, aquellas ganas de volver a buscar y explorar en mi mismo se hicieron cada vez mas presentes. Y apareció la danza, mas precisamente la danza del contact improvisation, allí comenzó un nuevo ciclo de investigación, un encuentro con el movimiento, la creatividad dentro del movimiento, la música dentro del movimiento, la reflexión dentro del movimiento, la meditación dentro del movimiento. Todo esto ocurría de un modo simple, explorando con el peso, el equilibrio, las fuerzas, los apoyos, las direcciones, la gravedad. Conceptos sencillos que se irían resignificando a lo largo del tiempo.

Que increíble que puede resultar cualquier sendero, por mas vago que sea. Fue jugar con la gravedad, fue sufrir alguna lesión, fue recibir un sano consejo y un día me encuentro tomando clases de Técnica Alexander. El sendero continua, pasan algunos años y misteriosamente me encuentro diciendo que sí, que voy a hacer la formación para ser profesor de Técnica Alexander, lo pienso hoy y aun me resulta misterioso.

Y es aquí que vuelvo a la arqueología, estoy en la escuela de formación de profesores, a pocos días de graduarme y pienso… “Soy arqueólogo!”, me emociono “Soy arqueólogo” ya no lo dudo “Soy arqueólogo”. Y es que eso es lo que siento muchas veces mientras trabajo, observo y reflexiono dentro de este pequeño universo propuesto por la Técnica Alexander. Estoy explorando, limpiando el terreno, rumbo a lo desconocido. Me veo machete en mano, limpiando el camino, alivianandolo, quitando aquella maleza acumulada por los años. Y a medida que la maleza es retirada, o antiguas capas de polvo se van apartando, a un costado van surgiendo, cuidadosamente, templos y tesoros. Claro, no son templos ni tesoros de antiguas civilizaciones, no son descubiertos para seguir completando museos y enciclopedias, son templos y tesoros de los mas cercanos, tesoros que se revelan disponibles para acompañarnos nuevamente en cada momento, cada día. Instrumentos que nos devuelven una sencilla integridad.

Se que aun es poco el terreno explorado, aun hay mucho por descubrir, pero tengo la certeza de que esta aquí, muy cerca. He descubierto una pelvis y creo que es mía, un raro espécimen de Diegokantropus. Es poco, pero ahora dispongo de los medios para seguir esta aventura, tengo nuevas herramientas, sencillas, claras, honestas. Esto es lo maravilloso del trabajo de Alexander, no nos brinda grandes premisas ni formas estancas, simplemente nos devuelve un par de simples herramientas, aquellas que siempre fueron nuestras y tal vez para algunos como yo, habían sido olvidadas.

Hoy por fin soy Arquelogo, voy a jugar a mi sueño, voy a calzarme el sombrero de Indiana Jones sobre mi cabeza, mi espalda, mis dos piernas y como dijo Alexander, tratar de “tener siempre algo para mirar en mi horizonte”.

Buenos Aires, Mayo 2009

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